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mañana [San] Juan Don Bosco llamó a un joven a su
habitación y le dijo:
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Esta noche pasada vi a la Muerte que te amenazaba.
Cuando estuvo a tu lado la observé en actitud de descargar
un golpe terrible sobre ti con su tremenda guadaña. Al ver
esto, corrí inmediatamente a detener su brazo; pero ella,
dirigiéndose a mí, me dijo:
—Déjame. Este no es digno de vivir. ¿Por qué se ha de
tolerar que siga en el mundo quien no corresponde a tus
cuidados y abusa de tal forma de las gracias del Señor?
Mas yo insistí para que te perdonara y al fin te dejó».
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Aquel pobrecito, al oír el relato de este sueño, quedó
tan preocupado y conmovido que, entre lágrimas y sollozos,
hizo su confesión y formuló numerosos propósitos.
[San] Juan Don Bosco contó aquella misma noche el
sueño y todo ¡o sucedido a la Comunidad, sin decir que
había sido él quien había tenido el sueño ni indicar la
relación del mismo con un alumno del Oratorio.
Todo habría quedado en secreto si el joven C, apenas
hubo bajado de la habitación de [San] Juan Don Bosco no
se hubiese acercado al clérigo Bonetti para comunicarle, en
el seno de la confianza, cuanto el buen padre le había
dicho; añadiendo, entre otras cosas, que había sido el
mismo [San] Juan Don Bosco quien había tenido aquel
sueño y que él era el joven a quien el siervo de Dios había
llamado aquella mañana.
El muchacho terminó asegurando con la mayor
candidez que desde que hiciera la primera comunión no se
había confesado bien, pero que, afortunadamente, al