Don Bosco - Sueños 1 a 6
   
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LOS SUEÑOS DE

SAN JUAN BOSCO

 

 

 

TRADUCCIÓN DEL

P. FRANCISCO VILLANUEVA, S.D.B.

 

 

 

PARTE I

SUEÑOS 1>49


 

 

1


 

 

 

 

 

LA MISIÓN FUTURA1

 

SUEÑO 1.—AÑO DE 1824.2

 

(M. B.3 Tomo 1, págs. 122-126.—M. O. págs. 22-26)


 

 

2


 

 

Este   primer sueño que se ha de considerar como el

«gran sueño», como el «sueño-clave», de los muchos con

que la Divina Providencia ilustró la vida de San Juan Bosco,

tuvo lugar en el año 1824, cuando el santo apenas contaba

nueve años de edad; siendo su escenario la aldeíta de

Becchi, perteneciente al partido de Castelnuovo de Asti, en

el Piamonte. Vivía a la Sazón el niño Juanito Bosco con su

madre Margarita Occhiena, con la abuela paterna                        y  con

dos hermanos más: Antonio, fruto del primer matrimonio del

padre difunto,         y   José, primogénito de Margarita y                   de

Francisco Bosco.                                                       

 

 

He aquí el texto del sueño, tal como nos lo ofrecen las

Memorias      Biográficas       en     el     tomo     y    páginas arriba

indicados.

***************************************************************

 

 

[[       1.   Como observará el lector, cada «sueño» va dividido

en tres partes: La primera es una especie de introducción o

ambientación. La segunda, la narración del «sueño», y la

tercera, el cumplimiento, explicación, comentarios..., del

mismo.

 

 

El empleo de los caracteres cursivos en la primera y

tercera parte y de los redondos en la segunda, no tiene otro

fin que el hacer mas patente la separación de dichas

partes. El lector sabrá valorarlas fácilmente, si bien las

preciosas enseñanzas de los «sueños» casi siempre van

repartidas a lo largo de las tres partes. Naturalmente las


 

 

 

3

 

palabras de los misteriosos personajes y las de Don Bosco

interpretando lo visto u oído en sus «sueños» son las que

merecen la máxima atención y estudio por parte del lector.

 

 

2.    Con la denominación general de «sueño», como ya

se  advierte  en  la  Introducción, exponemos no sólo los

fenómenos extraordinarios que tuvieron lugar durante el

sueño, sino también aquellos que se realizaron estando Don

Bosco despierto, mientras trabajaba en su despacho,

confesaba, viajaba, etc.

 

 

3.    M. B. Memorias           Biográficas de San Juan Bosco,

dieciocho tomos, por los PP. Lemoyne, Amadei, Ceria, todos

ellos salesianos. (Societá Editrice Internazionale, Torino.)

 

 

M. O. Memorias del Oratorio, por San Juan Bosco.

Las páginas citadas corresponden solamente al texto del

sueño. ]]

 

 

«Apenas contaba nueve años —dice el mismo Don

Bosco— cuando             tuve un sueño                  que me quedó

profundamente impreso durante toda la vida.

 

 

Me pareció estar cerca de mi casa; en un amplio patio

en el que una gran muchedumbre de niños se divertía. Unos

reían, otros jugaban y no pocos blasfemaban. Al oír

aquellas blasfemias me arrojé inmediatamente en medio

de ellos, empleando mis puños y mis palabras para

hacerlos callar. En aquel momento apareció un Hombre de

aspecto venerado, de edad viril, noblemente vestido. Un

manto blanco cubría toda su persona y su rostro era tan

resplandeciente, que yo no podía mirarlo con fijeza. Me

llamó por mi nombre y me ordenó que me pusiese al frente

de aquellos muchachos añadiendo estas palabras:


 

 

4

 

—No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad

deberás ganarte a estos amigos tuyos. Ponte, pues,

inmediatamente a hacerles una instrucción sobre la fealdad

del pecado y sobre la belleza de la virtud.

 

 

Confuso y aturdido le repliqué que yo era un pobre

niño ignorante; incapaz de hablar de religión a aquellos

jovencitos. En aquel momento los muchachos cesaron en sus

riñas, gritos y blasfemias, rodeando al que hablaba. Yo, sin

saber lo que me decía, añadí:

—¿Quién es Usted que me manda cosas imposibles?

 

 

—Precisamente porque te parecen imposibles, debes

hacerlas posibles con la obediencia y con la adquisición de

la ciencia.

 

 

—¿Dónde y con qué medios podré adquirir la ciencia?

 

 

—Yo te daré la Maestra bajo cuya guía podrás llegar a

ser sabio y con la cual toda ciencia es necedad.

 

 

—Pero ¿quién es Usted que me habla de esa manera?

 

 

—Yo  soy  el  Hijo  de  Aquella a quien tu madre te ha

enseñado a saludar tres veces al día.

 

 

—Mi madre me ha dicho que no me junte con quien no

conozco sin su permiso; por eso, dime tu nombre.

 

 

—Mi nombre, pregúntaselo a mi Madre.

 

 

En aquel momento vi junto a Él, a una Señora de

majestuoso aspecto, vestida con un manto que resplandecía

por todas partes como si cada punto de él fuese una

fulgidísima estrella. Al verme cada vez más confuso en mis


 

 

5

 

preguntas y respuestas, me indicó que me acercara a Ella; y

tomándome de la mano bondadosamente:

 

 

—¡Mira! —Me dijo.

 

 

Observé a mi alrededor y me di cuenta de que todos

aquellos niños habían desaparecido y en su lugar vi una

multitud de cabritos, perros, gatos, osos y otros animales

diversos.

 

 

He aquí el campo en el que debes trabajar —continuó

diciendo la Señora—. Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo

que veas en este momento que sucede a estos animales,

tendrás tú que hacerlo con mis hijos.

 

 

Volví entonces a mirar y he aquí que, en lugar de los

animales feroces aparecieron otros tantos corderillos que,

retozando y balando, corrían a rodear a la Señora y al

Señor como para festejarles.

 

 

Entonces, siempre en sueños, comencé a llorar y rogué

a Aquella Señora que me explicase el significado de todo

aquello,  pues  yo  nada  comprendía.  Entonces  Ella,

poniéndome la mano sobre la cabeza, me dijo:

 

 

—A su tiempo lo comprenderás todo.

 

 

Dicho esto, un ruido me despertó y todo desapareció.

***************************************************************

 

 

Yo quedé desconcertado. Me parecía que me dolían

las manos por los golpes que había dado                 y la cara por las

bofetadas recibidas de aquéllos golfillos. Además, la

presencia de Aquel Personaje               y de     Aquella Señora; las

cosas dichas y oídas, me absorbieron la mente de tal modo,


 

 

6

 

que en toda la noche no me fue posible volver a conciliar el

sueño. A la mañana siguiente conté inmediatamente el

sueño, en primer lugar, a mis hermanos, que comenzaron a

reír; después, a mi madre y a la abuela. Cada uno lo

interpretó a su manera. Mi hermano José dijo:

 

 

Sin duda serás pastor de cabras, de ovejas y de otros

animales.

 

 

Mi madre:

¡Quién sabe si algún día llegarás a ser sacerdote!

 

 

Antonio dijo con acento burlón:

 

 

Tal vez llegues a ser capitán de bandoleros.

 

 

Pero la abuela, que sabía mucha teología aunque era

analfabeta, dio la sentencia definitiva diciendo:

 

No hay que hacer caso de los sueños.

 

 

Yo era del parecer de la abuela; con todo, no me fue

posible borrar de la mente aquel sueño.

 

 

Lo que expondré a continuación prestará alguna

aclaración a lo que antecede. Nunca más volví a contar

este sueño; mis parientes no le dieron importancia; pero

cuando en el año 1858 fui a Roma para tratar con el Papa

Beato Pío IX de ¡a Congregación Salesiana, él Sumo

Pontífice me hizo contarle minuciosamente todo aquello

que tuviese, aunque sólo fuese apariencias de sobrenatural.

Entonces narré por primera vez el sueño que tuve a la edad

de nueve años. El Papa me ordenó que lo consignase todo

por escrito en su sentido literal y de forma detallada, para

mayor estímulo de los hijos de la Congregación, en cuyo


 

 

 

 

 

 

interés había yo realizado aquel viaje a Roma».

 

 

AMONESTACIÓN DEL CIELO

 

 

SUEÑO 2.—AÑO DE 1830.

 

 

(M. B. Tomo I, pág. 218.—M. O. Década 1 -4, págs. 43-44)


 

 

7


 

 

El presente sueño está solamente esbozado en las

Memorias del Oratorio con estas palabras:

***************************************************************

«Por aquel tiempo tuve otro sueño, en el cual fui

severamente amonestado, por haber puesto mi esperanza

en los hombres y no en el Padre Celestial».

***************************************************************

 

 

Para comprender el significado de estas palabras,

hemos de recordar un hecho decisivo de la niñez del

soñador.

 

 

Era una tarde del año 1825; volvía Juan de Butigliera,

alegre aldea próxima a Becchi. Había ido sólo con el

piadoso fin de asistir a una Misión que allí se daba, para

disponer a ¡os fieles a lucrar el Jubileo del Año Santo,

concedido por León XII y extendido ya al orbe católico.

 

 

Su porte era grave y sereno; su compostura y

recogimiento, llamaron poderosamente la atención de un

sacerdote que le seguía: Don José Calosso, capellán a la

sazón de la aldea de Murialdo.  El  sacerdote,  haciendo  al

niño señal de que se le acercara, le preguntó quién era, de

dónde venía y por qué siendo de tan corta edad acudía a

los sermones de la Misión, añadiendo:

 

 

Seguramente tu madre te habría hecho una plática


 

 

 

 

 

 

 

mejor y más adecuada a tu edad y condición.


 

 

8


 

 

Juanito afirmó que, en efecto, las pláticas de su madre

eran muy provechosas, pero que a él le agradaba oír a los

misioneros; a los cuales entendía perfectamente, y para

demostrarlo fue repitiendo al sacerdote, casi literalmente,

los sermones oídos punto por punto.

 

 

Maravillado el virtuoso capellán de las dotes de

ingenio del pequeño, le preguntó emocionado: 

¿Te gustaría estudiar?

 

 

¡Mucho! replicó Juanito—. Pero no puedo. 

 

 

¿Quién te lo impide?

 

 

—Mi   hermano Antonio, pues dice que estudiar es

perder el tiempo; que es mejor que me dedique a las

faenas del campo.

 

 

¿Y tú, para qué querrías estudiar? 

 

 

Para ¡legar a ser sacerdote.

 

 

¿Y para qué deseas ser sacerdote?

 

 

Para poder instruir a muchos de mis compañeros que

no son malos, pero que llegarán a serlo si nadie se ocupa

de ellos.

 

 

Don Calosso, conmovido ante semejante manera de

razonar, tomó bajo su protección al niño, dándole clase

durante ¡os inviernos de 1827 y 1828.

 

 

Mas una mañana de otoño de 1830, mientras Juan se


 

 

 

9

 

encontraba en su aldea nativa visitando a su madre, recibe

aviso de volver rápidamente a Murialdo, pues su buen

maestro       Don      Calosso,       atacado        repentinamente          de

enfermedad mortal, le llama con urgencia. Voló Juan al

lado de su      bienhechor, al que encontró desgraciadamente

en el lecho, perdido ya el uso de la palabra. El moribundo

pudo reconocer al amado discípulo a quien hizo señal de

aproximarse, y haciendo un esfuerzo supremo le consignó

una llave que  guardaba debajo de ¡a almohada, señalando

a ¡a vez la mesa de su escritorio. El discípulo tomó la llave,

se arrodilló junto al lecho de su bienhechor y allí

permaneció afligido y suplicante hasta que el maestro, el

amigo de su alma hubo espirado, sin haber podido articular

palabra.

 

 

Muerto Don Calosso, llegaron los sobrinos; Juan les

entregó la llave recibida de su maestro diciendo:

 

 

Vuestro tío me entregó esta llave indicándome que

no se la diera a nadie. Varias personas me aseguran que es

mío  cuanto  bajo  ella  se  contiene, pero Don Calosso nada

me dijo expresamente. Prefiero mi pobreza a ser causa de

disgustos. Ellos tomaron la llave y cuanto bajo ella había.

 

 

La muerte del bienhechor fue un verdadero desastre

para Juan. Amaba a Don Calosso tiernamente. Su recuerdo

quedó      grabado       para      siempre      en     su    alma,      dejando

consignados estos sentimientos en sus Memorias con estas

palabras:

 

 

«Siempre he rogado a Dios por este bienhechor mío, y,

mientras viva, no dejaré de rezar por él».

 

 

Conocido este episodio y el estado de ánimo del joven

estudiante, es fácil comprender el significado y alcance de


 

 

 

 

 

 

este sueño.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

MIRANDO HACIA EL PORVENIR

 

 

SUEÑO 3.—AÑO DE 1831.


 

 

10


 

 

(M. B. Tomo I, págs. 243-244.—M. O. Década 1, pág. 4.)

 

 

Estando Juan como estudiante en Castelnuovo, entabló

relaciones amistosas con un joven llamado José Turco, que

lo  puso  en  contacto  con  su  familia. Esta poseía una viña

situada en un paraje denominado Renenta, próximo a la

aldehuela de Susambrino. A dicha viña solíase retirar Juan

con frecuencia, por ser lugar apartado del camino que

atravesaba el valle          y,  por tanto, más tranquilo. Desde un

altozano podía darse cuenta de quién entraba en la viña de

los Turco, y, sin ser visto, defendía las uvas contra cualquier

agresión, sin dejar por eso los libros de ¡a mano.

 

 

El padre de José Turco, que profesaba gran estima al

amigo de su hijo, encontrándose en cierta ocasión con Juan,

le dijo mientras le ponía una mano sobre la cabeza:

 

 

Animo, Juanito, sé bueno y estudioso y verás cómo la

Virgen te protege.

 

 

En Ella he puesto toda mi confianza                    replicó el

muchacho— ;     pero me asaltan frecuentes dudas. Desearía

seguir los cursos de latín             y   hacerme sacerdote, pero mi

madre no tiene medios para ayudarme.

 

 

No temas, muchacho, ya verás cómo el Señor te

allana el camino.

 

 

—Así lo espero     concluyó Juan—. Y     despidiéndose de


 

 

 

11

 

su interlocutor fue a ocupar su puesto, en actitud pensativa,

mientras iba repitiendo:

 

 

¿Quién sabe si...?

 

 

Mas he aquí que algunos días después, el señor Turco

y  su  hijito  vieron  a  Juan  atravesar  la  viña  y         venir alegre      y

presuroso al encuentro de ambos dando visibles muestras

de satisfacción.

 

 

¿Qué novedades hay?, preguntóle el propietario—;

pues estás tan alegre, siendo así que hace algunos días te

mostrabas tan preocupado.

 

 

¡Buenas noticias! ¡Buenas noticias!, exclamó Juan—.

***************************************************************

Esta noche he tenido un sueño, según el cual continuaré mis

estudios, llegaré a ser sacerdote y me pondré al frente de

numerosos niños, dedicándome a la educación de los

mismos durante toda la vida.

***************************************************************

Así que todo está arreglado y pronto seré sacerdote.

 

 

Pero, eso no es más que un sueño observó el señor

Turco— y    ya sabes que del dicho al hecho hay un gran

trecho.

 

 

¡Oh! Lo demás nada me interesa. Sí;                      concluyó

Juan—, seré sacerdote; me pondré al frente de muchísimos

jovencitos, a ¡os que haré mucho bien.

 

 

Y así diciendo, muy contento, se dirigió a ocupar su

puesto de vigía.

 

 

A ¡a mañana siguiente, a¡ regresar de ¡a parroquia,


 

 

12

 

donde había estado oyendo Misa, fue a visitar a ¡a familia

de Turco; y la señora Lucía, llamando a sus hermanos, con

los cuales Juan solía hablar frecuentemente, preguntó al

muchacho sobre el motivo de la alegría que se le reflejaba

en el semblante. Juan entonces aseguró a sus                   oyentes que

había tenido un hermoso sueño. Como le pidiesen que lo

contase dijo:

***************************************************************

Que había visto venir hacia sí a una majestuosa Señora que

conducía un rebaño numerosísimo y que acercándosele y

llamándole por su nombre, le había dicho:

 

 

—Juanito, aquí tienes este rebaño; a tus cuidados lo

confío.

 

 

—¿Y cómo haré yo para guardar y cuidar tantas ovejas

y tantos corderillos? ¿Dónde encontraré pastos suficientes?

La Señora le respondió:

—No temas; yo estaré contigo.

Y desapareció.

***************************************************************

Don Juan Bautista Lemoyne, biógrafo de San Juan Bosco,

escribe en las Memorias: «Esta narración la oímos de labios

del señor Turco y está perfectamente de acuerdo con la

siguiente declaración consignada por Don Bosco en las

Memorias del Oratorio:

 

 

«A los dieciséis años tuve otro sueño».

 

 

Y concluye don Lemoyne: «Tengo la seguridad de que

supo    y  vio muchas cosas de las narradas por él                       y   que

conservaba en su corazón como premio de su perseverante

confianza. En efecto: la asistencia que la Madre Celestial le

prodigó en este mismo año, hubo de hacerse muy sensible».


 

 

 

 

 

 

EL TEMA MENSUAL

 

 

SUEÑO 4.—AÑO DE 1831.

 

 

(M. B. Tomo I, pág. 253)


 

 

13


 

 

Durante sus cuatro años de estudiante en Chieri, Juan

dio muestras de que, además de su prodigiosa memoria                         y

de    su    ingenio,       ayudaba le en sus estudios alguna otra

secreta virtud. Tal es la opinión de muchos de sus antiguos

condiscípulos que dieron fe del hecho siguiente:

***************************************************************

Una noche soñó que el profesor había señalado el

tema para determinar los puestos de mérito de la clase y

que él estaba haciéndolo.

***************************************************************

Apenas se despertó, saltó del lecho y escribió el

trabajo señalado, que era un dictado en lengua latina;

después, comenzó a traducirlo, haciéndose ayudar de un

sacerdote amigo suyo. A la mañana siguiente el profesor

dictó el tema en la clase para señalar el orden de mérito

entre los alumnos, trabajo que era precisamente el mismo

con que Juan había soñado; de forma que, sin necesidad

del diccionario y en muy breve tiempo, lo escribió

inmediatamente tal como recordaba haberlo hecho en el

sueño, con las oportunas correcciones que le hiciera el

amigo, consiguiendo un completo éxito. Interrogado por el

maestro, expuso ingenuamente lo sucedido, causando en

éste verdadera admiración.

 

 

En otra ocasión Juan entregó la página de su trabajo

tan pronto, que al profesor no le parecía posible que

hubiese podido superar, en tan breve tiempo, tantas,

dificultades de orden gramatical; por eso leyó atentamente

el tema que Juan le había entregado. Dudando del origen


 

 

 

14

 

de aquel trabajo, le pidió que le presentase el borrador.

Juan obedeció causando nuevo estupor en el profesor. Este

había preparado el tema la tarde anterior y como lo

considerase demasiado largo, había dictado a los alumnos

solamente la mitad. En el cuaderno de Juan lo encontra

completo; ni una sílaba más, ni una sílaba menos. ¿Cómo se

podía explicar aquel fenómeno? No era posible que en tan

poco tiempo el alumno hubiese copiado el original, ni que

hubiese penetrado en su habitación, pues ¡a pensión en que

se hospedaba Juan estaba muy lejos de la casa del

profesor. ¿Por tanto? Bosco puso las cosas en claro:

 

 

—He tenido un sueño en el que vi el tema.

 

 

Por éste y por otros acontecimientos semejantes, los

compañeros de la pensión le llamaban el soñador.

 

 

ENFERMEDAD DE ANTONIO BOSCO

 

 

SUEÑO 5.—AÑO DE 1832.

 

 

(M. B. Tomo I, pág. 269)

 

 

En una ocasión Don Bosco soñó que su hermano

Antonio, mientras hacía el pan en casa de la señora

Damevino, próxima a la suya, fue asaltado por la fiebre, y

que habiéndolo encontrado en el camino y al preguntarle

sobre el particular, le había dicho:

 

 

—Hace un momento ha comenzado a darme fiebre; no

puedo mantenerme en pie. Tendré que irme a la cama.

***************************************************************

Al día siguiente contó este sueño a sus compañeros,

que exclamaron:


 

 

15

 

Puedes tener la seguridad de que ha sucedido como nos

has referido.

 

 

Y así fue, en efecto. En la tarde siguiente llegó a Chieri

el hermano José, al cual preguntó Juan inmediatamente:

 

 

¿Y Antonio, está mejor?

 

 

José, maravillado de aquella pregunta, replicó:

 

 

Pero ¿sabías que estaba enfermo?

 

 

—Sí, que lo sabía contestó Juan.

 

 

Creo que no es cosa de importancia                        continuó

José—.   Ayer comenzó a darle un poco de fiebre mientras

hacía el pan en casa de ¡a señora Damevino; pero ya está

mejor.

 

Sin dar gran importancia a este sueño, haremos notar

cómo  en  él  el  Santo  de  Dios  pone  de  manifiesto  los

sentimientos más íntimos de su corazón; más adelante dio

nuevas      pruebas interesándose              por     la familia         de su

hermanastro, apenas tuvo oportunidad de hacerlo, según

atestigua Don Rúa.

 

 

SOBRE LA ELECCIÓN DE ESTADO

 

 

SUEÑO 6.—AÑO DE 1834.

 

 

(M. B. Tomo I, págs. 301-302. —M. O. Década 1,14;

págs. 79-81)

 

 

Se  acercaba el final del Curso de humanidades 1833-

34, época en la que los estudiantes que terminan dichos


 

 

 

 

 

 

estudios suelen deliberar sobre el rumbo de su vocación.


 

 

16


 

 

«El sueño de Murialdo escribe Don Bosco en sus

Memorias      perduraba grabado en mi mente, de tal

manera que la visión del mismo se renovaba en mí, cada

vez con mayor claridad. Por tanto, si quería prestarle fe,

debía elegir el estado eclesiástico, al cual sentía verdadera

inclinación; mas al encontrarme falto de las virtudes

necesarias, mi decisión se hacía difícil y dudosa. ¡Oh, si

hubiese tenido entonces un guía que se cuidase de mi

vocación! Disponía de un confesor que quería hacer de mí

un buen cristiano, pero quejamos quiso mezclarse en los

asuntos de mi vocación.

 

 

Consultando conmigo mismo y después de leer algún

libro que trataba sobre la elección de estado, me decidí a

entrar en la Orden Franciscana. Si me hago clérigo secular

me decía a mí mismo         mi vocación corre grande riesgo

de naufragio. Abrazaré el estado religioso, renunciaré al

mundo, entraré en un claustro, me entregaré al estudio, a la

meditación y en el retiro podré combatir las pasiones,

especialmente la soberbia, que había echado hondas

raíces en mi corazón. Hice, por tanto, la petición al

Convento de Reformados; sufrí examen; fui aceptado,

quedando todo preparado para mi ingreso en el Convento

de La Paz, en Chieri.

 

 

Pocos días antes de la fecha establecida para mi

entrada, tuve un sueño de lo más extraño».

***************************************************************

Me pareció ver una multitud de religiosos de dicha

Orden con los hábitos sucios y desgarrados, corriendo en

sentido contrario unos de otros. Uno de ellos se acercó a mí

para decirme:


 

 

 

17

 

—Tú buscas la paz y aquí no encontraras la paz. Ya ves

la situación de tus hermanos. Dios te tiene preparado otro

lugar y otra mies.

 

 

Quise hacer algunas preguntas a aquel religioso, pero

un ruido me despertó y no volví a ver cosa alguna.

 

 

Lo expuse todo a mi director que no quiso oír hablar ni

de sueños ni de frailes:

—En este asunto —me dijo— es necesario que cada

uno siga sus inclinaciones y no los consejos de los demás.

***************************************************************

Tal es la traducción del texto de las Memorias de Don

Bosco.

 

 

Don Lemovne se expresa en estos términos en las

Memorias Biográficas al relatar el mismo sueño:

 

 

«Aproximándose la fiesta de Pascua, cuenta el mismo

Don Bosco, que en aquel año de 1834 cayó en 30 de marzo,

hice la petición para ser admitido entre los Franciscanos

Reformados. Mientras aguardaba la respuesta y sin                     haber

manifestado a nadie mis propósitos, he aquí que un buen

día se me presenta un compañero llamado Eugenio Meco,

con el cual tenía poca familiaridad y me pregunta:

 

 

—¿Qué, has decidido hacerte franciscano?

 

 

Lo miré maravillado y le dije:

 

 

¿Quién te ha dicho eso?

 

 

Y enseñándome una carta, replicó:

 

 

Me comunican que te aguardan en Turín para rendir


 

 

18

 

examen juntamente conmigo, pues yo también he decidido

abrazar el estado religioso en esta Orden.

 

 

Fui pues, al Convento de Santa María de los Ángeles,

de Turín; hice el examen          y  fui aceptado para la mitad de

abril, quedando todo preparado para ingresar en el

Convento de La Paz, de Chieri. Pero poco antes de la fecha

señalada para mi ingreso en dicho Convento, tuve un sueño

de lo más extraño».

Y a continuación sigue el relato del mismo tal y                 como

lo hemos consignado anteriormente, traducido de las

Memorias personales de Don Bosco.

 

 

Los Padres Franciscanos conservan un certificado

relacionado con este hecho que dice así:

***************************************************************

«Anno 1834 receptus fuit in conventu S. Mariae

Angelorum Ord. Reformat. S. Francisci, juvenis Joannes

Bosco, a Castronovo, natus die 17 augusti 1815, baptizatus,

et confirmatus. Habet requisita et vota omnia.Die 18

aprilis.

 

 

Ex libro II, in quo describuntur juvenes postulantes ad

Ordinem acceptati et aprobati ab anno 1638 ad annum

1838. Padre Constantino de Valcamonica».

 


 
   
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