Don Bosco - Sueño 30 parte c
   
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180

 

 

 

La atención que prestaban los jóvenes a sus palabras

causaba sorpresa e imponía en gran manera.

 

 

Entretanto [San] Juan Don Bosco, haciendo gala de una

prodigiosa memoria y de una extraordinaria lucidez mental,

al ser interrogado sobre el particular reservadamente,

sabía indicar el nombre del interesado y el oficio que en el

campo de trigo desempeñábamos muchísimos de nosotros,

dando al mismo tiempo la oportuna explicación.

 

 

Empleó el [Santo] en contar este sueño tres noches

consecutivas, sirviendo su relato para nuestros comentarios

generales y dando pie para frecuentes conversaciones

entre los jóvenes del Oratorio y nuestro buen padre,

quedando todos persuadidos de que en él se le había

manifestado, no sólo el porvenir del Oratorio, sino también

de toda la Congregación. [San] Juan Don Bosco se

complacía en repetir a sus íntimos las descripciones del

campo cubierto de mieses ondulantes, de las diversas

actitudes de los segadores y de los que distribuían las

herramientas.

 

 

Aseguraba entonces que nuestra Pía Sociedad, tan

combatida y obstaculizada, sería aprobada a pesar de

todas las probabilidades en contra y que contra el parecer

de      muchos, considerados como                  personas doctas             y


prudentes,


subsistiría,


progresaría


grandemente


alcanzando un gran incremento; cosas todas que yo oí a mis

compañeros y repetidas veces al mismo [Santo].»

***************************************************************

Respecto a los tres jóvenes que tenían el monazo

sobre las espaldas, Don Francisco Dalmazzo atestiguaba

con juramento: «Recuerdo muy bien que [San] Juan Don

Bosco, hablando de éstos, añadía que si deseaban saber


 

 

 

181

 

algo más concreto, se apresurasen a entrevistarse con él.

Más de cincuenta muchachos del Oratorio se presentaron

al buen padre, temerosos de tener en la conciencia alguna

cosa oculta; pero [San] Juan Don Bosco dijo a cada uno de

ellos:

***************************************************************

No eres tú.

 

 

Habiéndose encontrado después, casualmente, en el

patio, en ocasiones distintas, con aquellos tres infelices, les

advirtió de la realidad del desgraciado estado en que se

encontraban. Uno de ellos era condiscípulo mío y me lo dijo

a mí confidencialmente, manifestándome su admiración de

que [San] Juan Don Bosco pudiese conocer aquellas cosas.

 

 

Por otra parte, yo también tuve algunas pruebas

personales sobre la facilidad con que [San] Juan Don Bosco

escudriñaba los corazones, pues repetidas veces me reveló

el estado de mi conciencia sin que yo le hubiese

preguntado nada. La misma impresión tenían algunos de

mis compañeros, los cuales confesaron ingenuamente que,

a pesar de haber callado en la confesión pecados graves,

[San] Juan Don Bosco había sabido ponerles de manifiesto

con toda precisión, el estado en que se encontraban.»

 

 

De uno de los cuatro encadenados tuvimos noticias por

el teólogo Borel.

 

 

Habiendo ido dicho teólogo en 1866 a ejercer su

ministerio a las cárceles, al regresar al Oratorio traía a

[San] Juan Don Bosco un encargo de parte del joven Bec...

di...; condenado por desertor del ejército. El prisionero

pedía al [Santo] "El joven instruido" y              al mismo tiempo le

mandaba a decir:


 

 

182

 

¿Recuerda que me dijo que en el sueño de la rueda

me había visto encadenado? Ciertamente yo era uno de los

cuatro; pero he de comunicarle para su consuelo, que me

encuentro en la prisión, no por haber cometido un delito,

sino por haber huido del cuartel por serme insoportable la

rigidez de la vida militar.

 

 

[San] Juan Don Bosco fue a visitarlo llevándolo al

mismo tiempo el libro que le había pedido.

 

 

Además de la prisión, el [Santo], después de aquel

sueño, le pronosticó que sufriría otras vicisitudes. Al

terminar sus estudios se había despedido del buen padre,

diciéndole       que      tenía      intención       de      entrar       en      una

Congregación religiosa.

 

 

¡Quédate con nosotros!,           le aconsejó Don Bosco,

queriéndole inducir a formar parte de la familia del

Oratorio—. No te alejes de mí; aquí tendrás lo que deseas.

 

 

Pero el joven estaba resuelto a marcharse.

 

 

Si es así, márchate concluyó el [Santo]—.                Te harás

jesuita, pero te mandarán a tu casa. Entrarás en los

Capuchinos y no perseverarás. Finalmente, acuciado por el

hambre y después de varias peripecias, volverás al Oratorio

en demanda de un trozo de pan.

 

 

Todo esto parecía poco verosímil, pues el joven en

cuestión disponía de un patrimonio de unas 60,000 liras y su

familia era la más acomodada del pueblo. Mas a pesar de

todo, sucedió al pie de la letra cuanto [San] Juan Don Bosco

le había predicho.

 

 

Habiendo entrado primeramente en los jesuitas y


 

 

183

 

después en los Capuchinos, no pudo adaptarse a las reglas

siendo despedido        tras un breve lapso de tiempo. Gastó el

dinero de que disponía y después de algunos años apareció

en el Oratorio en un estado de la más extrema miseria. Fue

amablemente acogido, permaneció en él un año y se volvió

a marchar, pues era muy amante de la vida bohemia. El

mismo interesado contaba el cumplimiento de esta profecía

en e¡ año 1901.

 

 

Entretanto, clérigos y alumnos habían comenzado a

asediar a [San] Juan Don Bosco desde el cuatro de mayo,

preguntándole en qué parte del campo les había visto, si

entre los que cavaban o entre los segadores y la ocupación

que desempeñaban. El buen padre satisfizo a todos. Al

exponer el sueño hemos dado a conocer algunas de sus

respuestas; no pocas de ellas, como se pudo constatar

después, fueron verdaderas predicciones.

 

 

[San] Juan Don Bosco había visto a¡ clérigo Molino,

ocioso, con la hoz en la mano, observando cómo trabajaban

los demás; después pudo apreciar cómo se acercaba al

foso que rodeaba el campo y después de saltarlo y arrojar

el sombrero, le vio salir corriendo. Molino pidió a [San] Juan

Don Bosco explicación de todo aquello y escuchó de sus

labios esta respuesta:

  cursarás, no cinco, sino seis años de teología y

después dejaras la sotana.

 

 

Molino quedó estupefacto al escuchar estas palabras,

que le parecieron extrañas y lejos de la realidad; pero los

hechos comprobaron que [San] Juan Don Bosco tenía razón.

Dicho joven cursó cuatro años de teología en el Oratorio                     y

otros     dos en Asti y después de hacer los ejercicios

espirituales para la ordenación, habiendo ido a San Damián

de Asti, que era su pueblo natal para pasar solamente un


 

 

184

 

día y poner en claro cierto asunto, dejó la sotana y no volvió

más.

 

 

El clérigo Vaschetti era considerado con toda razón

como una de las columnas del Colegio de Giaveno. Cuando

[San] Juan Don Bosco le dijo que lo había visto salir del

campo y saltar el foso, le respondió con despecho:

 

 

¡Se ve que ha soñado!

 

 

En efecto, por entonces no pensaba abandonar a [San]

Juan Don Bosco. Habiendo salido del Oratorio, pues era

libre de hacerlo, y como visitase a [San] Juan Don Bosco

siendo ya joven sacerdote, el siervo de Dios le recordó su

respuesta brusca pero filial.

 

 

¡Me recuerdo, es cierto?—, replicó Vaschetti.

 

 

Y [San] Juan Don Bosco:

 

 

Era aquí al Oratorio adonde Dios te llamaba. Por lo

demás espero que el Señor te dará sus gracias; pero

tendrás que luchar.

 

 

Y en efecto, Dios ayudó a Vaschetti, el cual hizo mucho

bien como párroco.

 

 

El clérigo Fagnano no quería preguntar a [San] Juan

Don Bosco el lugar que ocupaba en el sueño, bien por

cortedad, bien porque habiendo llegado al Oratorio hacia

pocos meses del Seminario de Asti, no creía mucho en

aquellas revelaciones. Acuciado, sin embargo, por los

compañeros, se acercó al siervo de Dios y le preguntó qué

había visto a través de aquella lente relacionado con él.


 

 

185

 

Te vi en el campo, pero tan distante que apenas si te

podía reconocer. Estabas trabajando en medio de hombres

desnudos.

 

 

El clérigo Fagnano no dio demasiada importancia a

aquellas palabras, pero las recordó cuando en un día de

María Auxiliadora se vio en una playa en el Estrecho de

Magallanes comiendo moluscos durante dos días y con el

barco a la vista que no se podía aproximar a causa de la

tempestad. Y vio a los hombres desnudos de la Tierra del

Fuego, lugar en que plantó la Cruz y levantó su misión.

 

 

A Don Ángel Savio, [San] Juan Don Bosco le aseguró

que le había visto en países muy lejanos.

 

 

A las preguntas de Domingo Belmonte, contesto:

 

 

Tú darás gloria a Dios con la música.

 

Y seguidamente añadió una palabra que causó en el

joven profunda impresión; pero después que se hubo

alejado unos pasos se borró por completo de su memoria, y,

por mucho que recapacitó,  no volvió a  recordarla.  [San]

Juan Don Bosco lo había  visto conduciendo un carro tirado

por cinco mulos. El fruto de sus fatigas sería prodigioso.

Maestro y      asistente general en el Colegio de Mirabello,

profesor en el de Atassio, primeramente prefecto y después

director en Borgo San Martino; director y párroco en


Sampierdarena,


con


todos estos


cargos


también


desempeñó el de maestro de música, contribuyendo al

esplendor y decoro de las funciones religiosas. Finalmente,

fue prefecto general de la Sociedad y director del Oratorio

de Turín, contando siempre con el afecto y la confianza de

los hermanos y de ¡os alumnos.


 

 

 

186

 

[San] Juan Don Bosco          leemos en la Crónica— dijo

también a Avanzino el oficio que desempeñaba en el sueño;

después añadió:

 

 

Dios quiere que hagas eso.

 

 

Avanzino, que no manifestó a nadie el oficio o misión a

que según el sueño estaba destinado, porque no quería

someterse a ella, decía después confidencialmente a

algunos de sus íntimos:

 

 

[San] Juan Don Bosco me descubrió cosas que yo no

había dicho a nadie en el mundo.

 

 

A Go... le dijo también [San] Juan Don Bosco:

 

 

Tú serías llamado al estado eclesiástico, pero te

faltan tres virtudes: humildad, caridad, castidad.

 

Añadió que la hoz no se la proporcionaría Don Provera.

 

 

El joven Ferrari, que decía querer abrazar el estado

eclesiástico, no fue a preguntar el porvenir que le

aguardaba según el sueño; por el contrario, seguía

tomándolo a broma a pesar de que muchos le insistían para

que se presentase al [Santo]. Al fin, se encontró en

circunstancias tales que no pudo evitar el encuentro con

[San] Juan Don Bosco, el cual le dijo que lo había visto en el

campo de trigo y que a despecho de aquellos que lo habían

enviado a coger flores, comenzó a segar con entusiasmo,

pero que al final volvió la vista atrás y pudo comprobar que

no había hecho nada.

 

 

¿Qué quiere decir esto?—,               preguntó entonces el

joven.


 

 

187

 

 

 

Pues, quiere decir replicó [San] Juan Don Bosco

que  si  no  cambias  de  estilo,  esto  es,  si  sigues  obrando

según tu capricho, llegarás a ser un sacerdote negligente o

un religioso despreocupado.

 

 

Pero los jóvenes del Oratorio no se contentaban con

las noticias dadas a cada uno en particular. Deseaban

tener más amplias explicaciones del sueño, que se les

resolviesen ciertas dificultades que no habían comprendido,

que se les satisficiese plenamente la curiosidad que

sentían, cosas todas que les mantenía en cierto estado de

nerviosismo.

 

 

Había algunos dotados de gran ingenio, inteligencia y

tan listos que habrían puesto en un gran aprieto a otro que

no hubiese estado tan seguro de la realidad de su relato,

como el [Santo].

 

[San] Juan Don Bosco, por su  parte,  no  temía  caer  en

contradicción y en la noche del cuatro de mayo                     dice la

Crónica habló dando facultad a cada uno de los alumnos

para que preguntaran cuanto quisieran, pues él mismo

deseaba aclarar algunas cosas referentes al sueño, que no

hubieran entendido bien.

En la noche del cinco de mayo muchos manifestaron

sus dificultades.

 

 

En    primer lugar:           ¿qué      representa la noche?,

preguntaron algunos.

 

 

[San] Juan Don Bosco respondió:

 

 

La noche representa la muerte que se acerca: Venit

nox quando nemo potest operari, ha dicho Nuestro Señor.


 

 

188

 

 

 

Los jóvenes entendieron que estaban próximos los

últimos días del buen padre y, después de unos minutos de

penoso silencio, requirieron de él que les dijera los medios

que tenían que poner en práctica para que aquella noche

se alejase lo más posible.

 

 

Hay dos medios para conseguirlo            replicó [San] Juan

Don Bosco—.    El primero sería no tener más esta clase de

sueños, pues me arruinan extraordinariamente la salud. Y el

segundo, que los empedernidos en el mal no obligaran en

cierta manera al Señor a obrar de una forma violenta para

librarlos del pecado.

 

 

Y los higos y las uvas, ¿qué simbolizan?

 

 

Las uvas y los higos, que en parte estaban maduros y

en parte no, quiere decir que algunos hechos que

precedieron a la noche se cumplieron ya y que otros se

cumplirán. A su tiempo les diré cuáles son los hechos ya

cumplidos. Los higos indican grandes acontecimientos que

tendrán lugar muy pronto en el Oratorio. A este respecto

tendría muchas cosas que decirles, pero no es conveniente

que se las comunique por ahora, lo haré más adelante. Les

puedo añadir que los higos, como símbolo de los jóvenes,

pueden significar también dos cosas: o maduros por

haberse ofrecido a Dios en el sagrado ministerio, o maduros

para ofrecerse a Dios en la eternidad.

 

 

Séanos permitido        comenta Don Lemoyne        exponer

una idea nuestra personal, a saber, que entre los higos

ciertamente habría algunos amargos al paladar, por eso

[San] Juan Don Bosco no los quiso escoger aunque se

excusase de hacerlo aduciendo un pretexto diferente.


 

 

189

 

Que el Valle de Valcappone representase el Oratorio

nos parece muy lógico, pues en él tuvo origen, o al menos

en la región en que está enclavado, la Obra de [San] Juan

Don Bosco. Lo mismo representan el carro del hermano José

que fue siempre un generoso bienhechor del siervo de Dios

y la rueda con la lente a través de la cual el siervo de Dios

vio todo lo anteriormente descrito.

***************************************************************

Los alumnos continuaron haciendo sus preguntas.

***************************************************************

Prosigue Don Ruffino:

 

 

¿Y los que tenían los monos sobre las espaldas, qué

quiere decir?

 

 

Representa      respondió [San] Juan Don Bosco             el

demonio de la deshonestidad. Este demonio, cuando quiere

arrojarse encima de alguno, no se presenta por delante,

sino por la espalda, esto es, oculta la fealdad del pecado,

no la deja ver, lo hace aparecer como cosa de nada. Estos

monos gigantescos aprietan el cuello de sus víctimas,

ahogando la palabra cuando los tales desgraciados

quisieran confesarse. Aquellos infelices tenían ¡os ojos

desorbitados para indicar que, quien es victima de este

pecado, no puede ver las cosas del cielo. Mis queridos

jóvenes: No olviden aquellas tres palabras: Labor, sudor,

fervor, y podrán alcanzar la más completa victoria sobre

todos los demonios que les vengan a tentar contra la virtud

de la modestia.

 

 

¡Y qué medios hay para quitar el candado de la

boca?

 

 

[San] Juan Don Bosco respondió las misma palabras

que le había dicho aquel amigo misterioso: Auferatur


 

 

 

 

 

 

superbia de cordibus eorum.


 

 

190


 

 

Le hicieron otras preguntas respecto el trabajo que

cada      uno     realizaba,        pidiéndole       las     correspondientes

explicaciones:

 

 

¿Qué más nos puede decir sobre el campo de trigo?

 

 

Los que en el trabajan son ¡os llamados al estado

eclesiástico; de forma que sé quién se hará sacerdote y

quién no. Mas no piensen que los que estaban cavando

eran los excluidos absolutamente del ministerio. ¡Oh, no! Vi

a algunos artesanos segar el trigo con los demás. A los

tales los reconocí y los dedicaré a estudiar. Algún otro iba a

coger  la  hoz,  pero  el  que  las  distribuía  no  se  la  quiso  dar,

porque le faltaba alguna virtud. Si la adquiere, el Señor le

llamará si no se hace indigno de la vocación. Pero, tanto los

que cavaban como los que segaban, cumplían la voluntad

de Dios y estaban en el camino de la salvación.

 

 

¿Qué significaban los bocados de comida y las

flores?

 

 

Había quienes iban al campo y deseaban segar,

pero Provera no les quería proporcionar la herramienta,

porque no estaban aún capacitados para trabajar y, en

cambio, les decía:

 

 

A ti te falta una flor. O bien: te faltan dos flores.

Debes tomar todavía un par de bocados.

 

 

Estas flores simbolizaban, bien la virtud de la caridad,

bien la virtud de la humildad, bien la pureza. Los bocados

de alimento significan el estudio y la piedad. Al oír esto, los

jóvenes iban a coger las flores indicadas o a comer los


 

 

 

191

 

bocados que les habían dicho y después volvían en busca

de la hoz.

 

 

También le preguntaron sobre las escenas que había

visto cada vez que daba diez vueltas a la rueda,

relacionadas con el desarrollo de la Pía Sociedad.

 

 

[San] Juan Don Bosco respondió:

 

 

Un largo intervalo de tiempo separaba a cada diez

vueltas de la rueda, para que yo pudiera examinar

tranquilamente todos los detalles de las escenas que se

ofrecían a mi vista. Desde el principio, después de las

primeras vueltas, contemplé a la Congregación ya formada

y bien ordenada y a un buen número de hermanos y de

jóvenes ocupando las distintas casas. Al sucederse las

vueltas, apreciaba vez por vez un nuevo espectáculo. Ya no

veía      a      muchos       de      los      que       había       contemplado

anteriormente; después aparecían otros individuos para mi

completamente desconocidos, y los que una vez viera

jóvenes, los veía más tarde viejos y decrépitos. El número

de  los  muchachos  crecía  cada  vez  de  una  manera  más

rápida y desorbitada.

 

 

Los alumnos le recordaron también que el personaje

del sueño le había dicho:

 

 

Verás cosas que te servirán de consuelo y otras que

te llenarán de angustia. Por eso le preguntaron si a cada

diez vueltas había visto a sus hijos en la misma condición,

en el mismo oficio, siguiendo una misma línea de conducta

o si habían cambiado a peor en las escenas sucesivas. [San]

Juan Don Bosco no quiso decirlo; con todo, exclamó:

 

 

Causa pena y llena el alma de desolación el ver las


 

 

192

 

muchas vicisitudes a que uno ha de someterse en el curso

de la vida. Les aseguro que si en mi juventud hubiera

previsto las peripecias que habría tenido que soportar

desde hace algunos años a esta parte, me habría dejado

ganar por la desanimación.

 

 

Los alumnos se mostraban también maravillados por el

número de casas y colegios que el [Santo] aseguró tendría

en el futuro, ya que al presente sólo contaba con el

Oratorio de Valdocco. Pero el buen padre repetía:

 

 

—¡Ya verán, ya verán!

 

 

[San] Juan Don Bosco hablaba de esta forma tan

familiar a toda la comunidad, pero se reservó algunas cosas

para decirlas solamente a sus clérigos. En efecto, les

manifestó que entre los que estaban trabajando en el

campo de trigo, había visto a dos que llegarían a ser

obispos. Esta noticia cundió por el Oratorio en un abrir y

cerrar de ojos. Los alumnos comenzaron a hacer cabalas,

intentando adivinar los nombres de los candidatos. [San]

Juan Don Bosco no había querido ser más explícito,

mientras ¡os muchachos pasaban revista a los nombres de

todos los clérigos. Al fin se pusieron de acuerdo en que el

primer obispo sería el clérigo Juan Cagliero, y manifestaron

sus sospechas de que el segundo fuese Pablo Albera. Estas

voces corrieron por la casa durante mucho tiempo. Hasta

aquí Don Ruffino.

 

 

Nosotros podemos añadir que nadie pensó en el

estudiante Santiago Costamagna, ni sospechó lo más

mínimo que a él le reservaba el Señor una mitra.

 

 

[San]     Juan Don Bosco, entretanto continúa                        la

Crónica   dijo que pondría a estudiar a algunas artesanos


 

 

193

 

que había visto segando o recogiendo espigas en el campo,

y, en efecto, desde el día que contó el sueño el joven

artesano Craverio comenzó a estudiar. Otro artesano, a la

sazón encuadernador, pasó también a la sección de los

estudiantes.

 

 

El [Santo] no dio a conocer su nombre.

 

 

El cuarto fue un alumno que había entrado en el

Oratorio como artesano y que estaba aprendiendo el oficio

de sastre; a este lo vio [San] Juan Don Bosco en el sueño

arrancando la hierba nociva. El mismo joven manifestó

confidencialmente al clérigo Ruffino que su conducta

pasada había dejado algo que desear, pero que en poco

tiempo demostró tal espíritu de piedad que fue propuesto

como modelo y se le vio practicar actos de virtud difíciles

de olvidar, sobresaliendo especialmente por su profunda

humildad. Estando en los estudiantes sucedió por dos veces

que habiendo otro joven que llevaba el mismo nombre, en

la nota semanal del estudio, por error del encargado,

recibió un     bene  y  un     fere  optime.        Cuando se dan estas

casos de equivocación, sucede casi siempre que los

jóvenes, incluso los mejores, suelen reclamar contra la

injusticia involuntaria, y si no se lamentan, al menos

procuran hacer reconocer su inocencia y la rectificación de

la nota.

 

 

Pero nuestro jovencito, sin inmutarse por nada, a los

que le manifestaban su extrañeza, pues el error había sido

manifiesto, induciéndole, por tanto, a reclamar, les decía

simplemente:

 

 

¡Me lo mereceré!

 

 

Y nada hizo para que se rectificase aquella nota;


 

 

194

 

estando dispuesto a someterse a la privación del premio

prometido a quienes a              largo del año hubiesen sacado

óptime todas las semanas.

 

 

Como     complemento        de     cuanto      nos     brindan       las

Memorias Biográficas y ¡as Crónicas particulares sobre el

sueño que acabamos de exponer, ofrecemos a continuación

algunos      datos      biográficos       sobre      los    personajes        más

importantes que intervienen en él.

 

 

El profesor Oreglia, de San Esteban, profesó en la

Sociedad Salesiana el 14 de mayo de 1862. Habiendo

hecho los Ejercicios Espirituales según el método Ignaciano

en 1860, abrazó el estado religioso, permaneciendo con

[San] Juan Don Bosco hasta 1869, en que entró en la

Compañía de Jesús.

 

 

Don Francisco Provera, natural de Mirabello, entró en

el Oratorio el 14 de octubre de 1858. [San] Juan Don Bosco,

al recibirle entre sus jóvenes, exclamó: "El Señor nos ha

mandado otro [Santo] Domingo Savio".

 

 

El año que tuvo lugar el sueño de la rueda era simple

clérigo, ocupando el cargo de Consejero del Capítulo

Superior dos años antes de su muerte, ocurrida el 13 de

abril de 1874.

 

 

Figura destacada en el campo literario fue el clérigo

Juan Francesia. Emitió su primera profesión el 14 de mayo

de 1862. Al erigirse las tres primeras inspectorías de ¡a

Congregación, Don Francesia se encargó de ¡a Piamontesa,

permaneciendo          en      el     cargo       de      Inspector       durante

veinticuatro años.

 

 

El 29 de octubre de 1865 fue nombrado Director


 

 

195

 

Espiritual de la Congregación. Murió el 17 de enero de

1930, a la edad de noventa y un años. Asistió, en 1929, a la

Beatificación de [San] Juan Don Bosco. Y en esa ocasión

varios      Antiguos Alumnos,            colombianos         y     argentinos

especialmente, le presentaron varios retratos del Beato,

rogándole les dijera cuál era el más parecido. El se decidió

por el de Rollini. Y, entretanto, se cumplía al pie de la letra

el  pronóstico  de  cómo  lo  había visto en el Sueño. El

Cardenal Cagliero había muerto poco antes.

 

 

Don Francisco Cerrutti entró en el Oratoria de

Valdocco el       11  de noviembre de 1856 hizo los votos

perpetuos en manos de [Beato] Miguel Don Rúa el 11 de

enero de 1886. Fue Prefecto General de                  la Congregación

desde el 7 de noviembre de 1886. Murió en Alasio el 25 de

marzo de 1917, a los setenta y tres años de edad. Estuvo

dotado de extraordinaria cultura y esclarecido ingenio.

 

 

Don José Bongiovani ingresó en el Oratorio en 1854;

fue contemporáneo de [Santo] Domingo Savio, con el que

trabó estrecha amistad. Fue, además, uno de los primeros

en dar su nombre a la Compañía de la Inmaculada, siendo

fundador de la del Santísimo Sacramento y del Clero

Infantil. Ordenado sacerdote, murió a la temprana edad de

treinta y tres años.

Don Domingo Belmonte nació en Genola el siete de

septiembre de 1843, ingresando  en  el  Oratorio  a  ¡os

diecisiete años de edad. Hizo la profesión perpetua el 29

de octubre de 1871. Al celebrarse el IV Capítulo General de

la Congregación Salesiana sucedió a [Beato] Miguel Don

Rúa en el cargo de Prefecto General el 1º de octubre de

1871. Murió el 18 de febrero de 1901.

 

 

Don Pablo Albera fue recibido por el mismo [San] Juan

Don Bosco en el Oratorio, a la edad de trece años. Sucedió


 

 

196

 

a Don Francesia en el cargo de Director Espiritual de la

Congregación        en    1869.     En    el    año     1892     es     elegido

Catequista General, visitando las Casas de América desde

el 1900 al 1903. En 1910 es nombrado segundo sucesor de

[San] Juan Don Bosco, visitando las Casas de Europa de

1911 a 1915.

 

 

Ocupando el cargo de Rector Mayor, fue elevado a la

Púrpura Cardenalicia Mons. Cagliero.


 
   
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